A la hora de crear negocios, internet tiene una clara ventaja:
aquí hay nichos para (casi) todo.
Porque un negocio offline siempre tiene que tener en
cuenta una obligatoria variable: que lo que vende vaya a ser
comprado en su ámbito físico más cercano, con lo que deberá ser un
servicio o producto generalista o enfocado a un tipo de población
muy concreto.
Sin embargo, en los negocios online basta con encontrar, a lo largo y ancho del globo terráqueo, a un grupo de personas lo suficientemente numerosas (o excéntricas) que quieran comprar lo que ofreces, por absurdo que sea. Y eso es precisamente lo que hicieron nuestros protagonistas (algunos de ellos, incluso sin la ayuda de internet). Bienvenidos a los negocios más absurdos (y rentables) de la historia.
1.- La web del millón de dólares. Uno de los clásicos. En 2005, un jovencísimo Alex Tew necesitaba dinero para pagarse su carrera universitaria. A sus 21 años, a este joven inglés no se le ocurrió otra cosa que montar La web del millón de dólares, un horrendo site que estaba compuesto de un millón de banners diminutos que vendía a un dólar la unidad.
¿Una idea absurda? Pues seguramente, pero también tremendamente rentable. Como cada banner apenas ocupaba un píxel, Alex pronto cambió de idea y, para que los anunciantes mostrasen más interés, pasó a vender los banners de 100 en 100. Por su estrambótico carácter, la web se fue haciendo más famosa y esta batalla por la visibilidad hizo que muchas empresas comprasen centenares de banners.
En los apenas cinco meses de actividad de la web, Alex consiguió embolsarse un total de 1,03 millones de dólares, lo que le habría dado para estudiar todas las carreras que le hubiese dado la gana.
2.- La roca-mascota. En 1975, el americano Gary Dahl era un simple director creativo que trabajaba para diversas agencias de publicidad. Una noche, en una reunión con amigos, todos acabaron comentando y haciendo chistes sobre lo sucias que suelen ser las mascotas y lo genial que sería tener una que no manchase lo más mínimo.
Y, puestos a seguir con la estupidez, Gary cogió una piedra, la metió en una caja y se puso a intentar venderla por 3,95 dólares con el nombre de Pet Rock. Y si la cosa ya parecía loca de por sí, este creativo llegó incluso a elaborar un manual de cuidados para la piedra, no fuera a morirse por los deficientes cuidados de sus dueños.
Lo que empezó como una monumental chorrada acabó siendo un negocio millonario. Seis meses después, Gary ya vendía 10.000 unidades de Pet Rock. Este curioso emprendedor murió el mes pasado, y se calcula que este rarísimo invento le dio más de 15 millones de dólares.
3.- La máquina de pedos. Al final podemos intentar parecer todo lo dignos que queramos, pero, como decía el gran Leslie Nielsen, “nada hace tanta gracia como el sonido de un pedo”. En 2008, en pleno apogeo de los smartphones, el desarrollador Joel Comm decidió lanzar una de las aplicaciones más absurdas que jamás se ha visto: una máquina de pedos. Tan sencillo como bajarse la app, instalarla y apretar un botón para que tan sinuoso sonido impregnase el ambiente.
Pese a lo simple de la idea, Joel decidió vender su app por 0,99 dólares e incluir una lista de diferentes sonidos según la calidad o tipología de la flatulencia elegida por el usuario. A principios de 2009, iFart ya contaba con más de 350.000 descargas y facturaba 10.000 dólares al día.
4.- La carita sonriente. ¿Cuántas veces has puesto una carita sonriente en el ordenador o en el móvil? Seguramente miles, ya que el famoso smiley ha pasado a ser uno de los iconos más representativos de nuestra cultura digital contemporánea. Sin embargo, lo que seguramente no sepas es que hay dos personas que se han forrado gracias a él.
Se trata de Bernard y Murria Spain, quienes, en 1963, dibujaron esta carita sonriente a uno de sus clientes. Vista la buena acogida que tuvo, poco tiempo después decidieron registrarla como marca junto con el epígrafe Have a nice day (Que tengas un buen día). Una idea tan simple como millonaria: en todo este tiempo, el famoso smiley les ha generado más de 500 millones de dólares.
5.- AntennaBalls. Otro éxito que ni siquiera ha necesitado hacer uso de internet para hacer millonario a su creador. En 1997, el americano Jason Wall, quién sabe si inspirado en los smileys de antes, decidió diseñar unas bolas con estas caritas sonrientes para colocarlas en las antenas de los coches. Una idea tan hortera como, a la postre, rentable.
Wall no tardó en empezar a venderlas en pequeños concesionarios de California, hasta que un día llegó Walmart y le ofreció venderlas en todas sus cadenas de distribución. En 2006, AntennaBalls vendía más de 500.000 pelotas al mes. Con el tiempo han conseguido convertir a Walls en un millonario emprendedor que vende sus pelotas en tiendas de medio mundo.
6.- Cajas usadas a un dólar. En 2003, el estadounidense Marty Metro observó la breve vida que tenían las cajas de mudanzas usadas, así que tuvo una sensacional idea: vender por un dólar unas cajas... que a él le habían costado 10 centavos la unidad. Brillante, ¿verdad? Pues se ve que nadie le llevó la contraria, porque invirtió 300.000 dólares en el negocio y, alucinantemente, se arruinó...
Pero entonces le dio una vuelta de tuerca al asunto. Vale, quizá no había sido una buena idea vender una cosa usada por un precio diez veces superior al original, pero, ¿y si cambiase el discurso? Fue entonces cuando Metro abrió una página web (ya cerrada) en la que puso a la venta sus cajas bajo un llamativo eslogan: ¿Quieres salvar árboles?
Sin embargo, en los negocios online basta con encontrar, a lo largo y ancho del globo terráqueo, a un grupo de personas lo suficientemente numerosas (o excéntricas) que quieran comprar lo que ofreces, por absurdo que sea. Y eso es precisamente lo que hicieron nuestros protagonistas (algunos de ellos, incluso sin la ayuda de internet). Bienvenidos a los negocios más absurdos (y rentables) de la historia.
1.- La web del millón de dólares. Uno de los clásicos. En 2005, un jovencísimo Alex Tew necesitaba dinero para pagarse su carrera universitaria. A sus 21 años, a este joven inglés no se le ocurrió otra cosa que montar La web del millón de dólares, un horrendo site que estaba compuesto de un millón de banners diminutos que vendía a un dólar la unidad.
¿Una idea absurda? Pues seguramente, pero también tremendamente rentable. Como cada banner apenas ocupaba un píxel, Alex pronto cambió de idea y, para que los anunciantes mostrasen más interés, pasó a vender los banners de 100 en 100. Por su estrambótico carácter, la web se fue haciendo más famosa y esta batalla por la visibilidad hizo que muchas empresas comprasen centenares de banners.
En los apenas cinco meses de actividad de la web, Alex consiguió embolsarse un total de 1,03 millones de dólares, lo que le habría dado para estudiar todas las carreras que le hubiese dado la gana.
2.- La roca-mascota. En 1975, el americano Gary Dahl era un simple director creativo que trabajaba para diversas agencias de publicidad. Una noche, en una reunión con amigos, todos acabaron comentando y haciendo chistes sobre lo sucias que suelen ser las mascotas y lo genial que sería tener una que no manchase lo más mínimo.
Y, puestos a seguir con la estupidez, Gary cogió una piedra, la metió en una caja y se puso a intentar venderla por 3,95 dólares con el nombre de Pet Rock. Y si la cosa ya parecía loca de por sí, este creativo llegó incluso a elaborar un manual de cuidados para la piedra, no fuera a morirse por los deficientes cuidados de sus dueños.
Lo que empezó como una monumental chorrada acabó siendo un negocio millonario. Seis meses después, Gary ya vendía 10.000 unidades de Pet Rock. Este curioso emprendedor murió el mes pasado, y se calcula que este rarísimo invento le dio más de 15 millones de dólares.
3.- La máquina de pedos. Al final podemos intentar parecer todo lo dignos que queramos, pero, como decía el gran Leslie Nielsen, “nada hace tanta gracia como el sonido de un pedo”. En 2008, en pleno apogeo de los smartphones, el desarrollador Joel Comm decidió lanzar una de las aplicaciones más absurdas que jamás se ha visto: una máquina de pedos. Tan sencillo como bajarse la app, instalarla y apretar un botón para que tan sinuoso sonido impregnase el ambiente.
Pese a lo simple de la idea, Joel decidió vender su app por 0,99 dólares e incluir una lista de diferentes sonidos según la calidad o tipología de la flatulencia elegida por el usuario. A principios de 2009, iFart ya contaba con más de 350.000 descargas y facturaba 10.000 dólares al día.
4.- La carita sonriente. ¿Cuántas veces has puesto una carita sonriente en el ordenador o en el móvil? Seguramente miles, ya que el famoso smiley ha pasado a ser uno de los iconos más representativos de nuestra cultura digital contemporánea. Sin embargo, lo que seguramente no sepas es que hay dos personas que se han forrado gracias a él.
Se trata de Bernard y Murria Spain, quienes, en 1963, dibujaron esta carita sonriente a uno de sus clientes. Vista la buena acogida que tuvo, poco tiempo después decidieron registrarla como marca junto con el epígrafe Have a nice day (Que tengas un buen día). Una idea tan simple como millonaria: en todo este tiempo, el famoso smiley les ha generado más de 500 millones de dólares.
5.- AntennaBalls. Otro éxito que ni siquiera ha necesitado hacer uso de internet para hacer millonario a su creador. En 1997, el americano Jason Wall, quién sabe si inspirado en los smileys de antes, decidió diseñar unas bolas con estas caritas sonrientes para colocarlas en las antenas de los coches. Una idea tan hortera como, a la postre, rentable.
Wall no tardó en empezar a venderlas en pequeños concesionarios de California, hasta que un día llegó Walmart y le ofreció venderlas en todas sus cadenas de distribución. En 2006, AntennaBalls vendía más de 500.000 pelotas al mes. Con el tiempo han conseguido convertir a Walls en un millonario emprendedor que vende sus pelotas en tiendas de medio mundo.
6.- Cajas usadas a un dólar. En 2003, el estadounidense Marty Metro observó la breve vida que tenían las cajas de mudanzas usadas, así que tuvo una sensacional idea: vender por un dólar unas cajas... que a él le habían costado 10 centavos la unidad. Brillante, ¿verdad? Pues se ve que nadie le llevó la contraria, porque invirtió 300.000 dólares en el negocio y, alucinantemente, se arruinó...
Pero entonces le dio una vuelta de tuerca al asunto. Vale, quizá no había sido una buena idea vender una cosa usada por un precio diez veces superior al original, pero, ¿y si cambiase el discurso? Fue entonces cuando Metro abrió una página web (ya cerrada) en la que puso a la venta sus cajas bajo un llamativo eslogan: ¿Quieres salvar árboles?
Y fue aquello lo que le llevó al éxito: poco tiempo después sus
cajas se vendían como churros, y Walmart (que en esto de ideas locas
ya tenía la experiencia de AntennaBalls) decidió venderlas. Y este
negocio hizo que Marty Metro se convirtiera en un lustroso
millonario
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