(Un
texto de Antonio Corbillón en el Heraldo de Aragón del 24 de noviembre de 2018)
Thomas Bromley es el padre del Digitron, primer modelo
sin manecillas ni esfera. Pero no renovó la patente y los japoneses se
apropiaron de su idea y la hicieron rentable. Su prototipo se ha vendido ahora
en subasta.
En los años 70 del siglo pasado, llevar un reloj
digital en la muñeca era lo más. Estar a la última. Algo equiparable a tener
hoy un buen 'smartphone'. Los modelos de pulsera pasaron de simplemente dar la
hora a incorporar despertador, cronómetro, luz, calculadora, juegos (los
populares marcianitos…), radio y hasta mando a distancia para la televisión. Y,
de entre las marcas, habrá poca gente de la época que no se haya abrochado un
japonés Casio en la muñeca.
Este salto tecnológico permitió a los nipones tomar el
relevo de suizos, alemanes o británicos en el liderazgo del sector, que tuvo
que adaptarse a esta nueva competencia. Sin embargo, no fueron relojeros de
ojos rasgados a quienes se les ocurrió introducir dígitos en las esferas.
A principios de los años 60, Thomas Bromley trabajaba
como ingeniero eléctrico en Hull, una pequeña ciudad de la costa norte de
Inglaterra. Las noches las gastaba en el taller de su cobertizo desarrollando
sus dotes de inventor. «Se pasaba allí hasta las nueve o diez de la noche. Era
como un profesor loco. Su vida eran todo tipo de aparatos y equipos», relata su
hijo David a 'BBC News'.
En 1961 desarrolló un reloj eléctrico que llamó
Digitron, cuya base es idéntica a los que llegarían más de una década después.
Era una relativamente voluminosa carcasa con un soporte superior de cuatro
esferas en las que se veían los números de las horas y minutos. El logro
mereció incluso un premio en el Salons des Investors de Bruselas de ese año.
Aunque no tenía especial confianza en su avance, Bromley patentó su idea por
tres años. Incluso recibió un encargo comercial para fabricar 20 ejemplares esa
Navidad, pero «no tenía facilidad para comenzar a construirlos», lamenta su
hijo. Así que no solo desechó la idea, ni siquiera renovó la patente por falta
de dinero. Un año después de que se agotara su derecho, los japoneses
comenzaron a fabricar un aparato casi idéntico. «Hicieron mucho dinero con las
ventas. Si Bromley hubiera renovado la patente de su prototipo, habría sido
millonario». Quien así se expresa y sí le ha sacado rentabilidad al Digitron es
John Hawley, un anticuario de New Cave, localidad situada a 24 kilómetros de
Hull, que el pasado fin de semana vendió el original en una subasta.
A Thomas Bromley le dio tiempo de conocer la
repercusión de su creación, ya que falleció en 1990. Aunque los historiadores
de la relojería no se ponen del todo de acuerdo, hay consenso en el papel clave
que jugó este ingeniero.
Los antecedentes del invento tal vez hay que buscarlos
en Josef Pallweber, un fabricante suizo que creó un despertador mecánico
digital en 1956. También D. E. Protzmann patentó otro reloj digital en 1970. El
caso es que, a partir de 1974, los modelos japoneses invadieron el mercado
mundial. Casio, la marca que más prisa se dio en lanzar un prototipo, le puso
un nombre que se parecía bastante al de Bromley: el Casiotron.
En dos años, le incluyeron cronómetro y hasta
calculadora. Gracias a la técnica de 'copiar y reducir', que luego extendieron
a todo tipo de electrónica, éstas últimas pasaron de tener el tamaño de una
lavadora a ocupar muy poco espacio en el reloj.
Es difícil rastrear su historia porque entre los
aficionados a la relojería los modelos digitales despiertan poco atractivo. «Es
un invento para llevar en la muñeca. No tiene la maquinaria ni el desarrollo de
piezas que suele interesar en nuestro mundo», reconoce el portavoz de la Asociación
Nacional de Profesionales Relojeros Reparadores (ANPRE), José María Galisteo.
La falta de visión sobre las posibilidades de su creación
no redujo la pasión creativa de Thomas Bromley. En su taller casero de
'inventor loco', como le describía su hijo, aún le dio tiempo a desarrollar
unas cortinas que se cerraban automáticamente cuando se ponía el sol.
Una
historia de más de medio siglo
Antecedentes
Los
primeros ensayos para crear relojes digitales se remontan a 1956. Ninguno era
japonés. Un fabricante suizo (Pallweber) y un norteamericano (Protzmann)
firmaron las primeras patentes de despertadores digitales. Protzmann también patentó
otro reloj digital en 1970 que fue novedoso por llevar una mínima cantidad de
piezas móviles.
1961
Año
en el que Thomas Bromley registró la patente de su modelo Digitron. Desestimó
su obra al no poder mantener los costes de la patente.
1974
Fecha
del primer reloj digital de pulsera: el Casiotron. El éxito comercial permitió
continuas revisiones y mejoras que los llenaron de nuevas funciones. También
afectó a otros objetos como las calculadoras, que se hicieron pequeñas y
manejables.
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