(Extraído de un texto de Carmen Posadas en el XLSemanal del
31 de enero de 2016)
En el año 2012, tres amigos se reunieron en Ciudad de
México en torno a una botella de mezcal para hablar de sus fracasos. Se dieron
cuenta entonces de que, a pesar de la gran amistad que los unía, nunca habían
hablado con tanta franqueza y que comentar sus horribles meteduras de pata no
sólo era terapéutico, sino muy útil porque les permitía aprender de sus
respectivos fiascos. Decidieron poner en marcha las Fuckup Nights, unas
charlas presenciales (o grabadas) al estilo de las Ted Talks. Estas
charlas, que duran de 7 a 10 minutos, están pensadas para hablar no de éxitos,
logros, laureles ni oraciones atendidas, sino de monumentales fracasos. Hay
quien cuenta, por ejemplo, cómo un error tipográfico, una palabra mal escrita
en la etiqueta de su carísimo vino rosado, llegó a costarle un disgusto de
10.000 dólares. Otro, más modestamente, explicó su brillante idea de poner una
pastelería ¡en el portal contiguo de una clínica de adelgazamiento! Un tercero
se lamentó de que había montado un bar con su amigo de toda la vida, que
resultó ser un holgazán de tomo y lomo. Al principio, los responsables de Fuckup
Nights tenían dificultades para encontrar voluntarios que quisieran contar
sus experiencias desastrosas. Vivimos en un mundo en el que lo que se premia es
todo lo contrario, el éxito fulgurante. Uno que ahora parece estar más cerca de
la mano que nunca en la historia. Con antecedentes como los 35,7 millones de
dólares de patrimonio de Mark Zuckerberg, gracias a la genial idea de crear un
club de amigos como Facebook, o los casos de Steve Jobs o Bill Gates, que han
reeditado el mito estadounidense de que se puede hacer una fortuna desde el
garaje de tu casa, todo el mundo piensa que es un multimillonario en potencia.
Y, sin embargo, se calcula que entre las empresas pequeñas que se crean, y en
especial las que tienen que ver con Internet, el número de proyectos que
naufragan es del 75 por ciento, y en algunos países, del 80. No obstante, tal
como ocurrió con los fundadores de Fuckup Nights, muchos consiguen sacar
rédito de sus primeras meteduras de pata. Ellos, por ejemplo, se han dedicado a
montar diversas asesorías y ahora este tipo de encuentros se celebra en 70
ciudades en más de 26 países, lo que ha llamado la atención de varias
universidades relevantes. “Nada enseña tanto como el fracaso -explica el
responsable de una empresa de capital riesgo que invierte dinero en nuevas
ideas de jóvenes empresarios-. De hecho, la primera pregunta que nosotros
hacemos a los que buscan nuestra financiación -dice- es precisamente esa.
‘¿Cuántas veces has errado el tiro?’. Si contestan que ninguna, les decimos.
‘Vuelve cuando hayas fracasado’”.
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