Como el ave Fénix, la mayoría de los emprendedores que
ven las consecuencias de sus errores empresariales sabe renacer y convertir esos
fallos en experiencia para hacer crecer sus negocios. Equivocarse forma parte del
aprendizaje y hablar sobre ello y analizarlo es la mejor vía para no volver a tropezar.
Éstos son algunos de los fallos más comunes y
habituales:
l.
No emprender. No faltan iniciativas interesantes, lo
que falta es coraje pera aceptar el reto y hacerlas reales. Hay muchas personas
que han estudiado, trabajado, analizado e incluso comentado con personas cercanas
y expertos una idea de negocio, pero por una mezcla de pereza y miedo no encuentran
el momento de lanzarse a la aventura empresarial. «El peligro es que estos
profesionales, al final, ven con cierta melancolía que a su proyecto se le ha
pasado el momento y cuando comprueban que otros la han hecho realidad sólo pueden
decir eso es lo que quería hacer yo, Demasiado
tarde...», dicen Francisco José Blanco y Carmen de Pablos en su libro Los cien errores del emprendimiento.
2.
Falta de formación. Uno de los pecados capitales de los
empresarios noveles es creerse suficientemente capacitados para poner en marcha
un negocio. Una idea original, un estudio de mercado, un plan de negocio... y
listo. Pues no, «la falta de formación real sobre los problemas cotidianos que
se producen durante los primeros meses en el lanzamiento de una start up puede afectar seriamente a la
viabilidad del proyecto», comenta Raúl Mata, fundador y CEO de EGauss. El
experto también explica que, aunque no es excusa, hasta hace poco no había
centros o programas especializados en el lanzamiento de nuevos proyectos empresariales
y las escuelas de dirección de empresas no contemplaban bien las fases de
inicio.
A esta falta de información sobre gestión
empresarial se añade el desconocimiento del sector. A menudo los empresarios
vienen de otros ámbitos profesionales. Aunque en algunos aspectos esto es
positivo y aporta frescura, en la mayoría de los casos sólo ralentiza el
despegue.
3.
Plan de negocio.
«Lo tengo todo en la cabeza». Es una frase recurrente de muchos emprendedores
cuando se les pregunta si tienen un plan de negocio. «Las ideas, al pasarlas de
la mente al papel tienden a aclararse y simplificarse, por lo que escribir un business plan es un buen ejercicio de preparación»,
dice Blanco. Sin embargo, no es una tarea fácil. Para Paco Gimena, cofundador
de Mola.com, el error más común es no haber analizado en profundidad las variables
del modelo de negocio y pensar que esto se salva improvisando sobre la marcha. Comportamiento
que se traduce en fallos de estimaciones de mercado, de creación de valor o de
evolución de ventas.
4. Equipo. Equivocarse en
la elección del grupo de colaboradores es un error que puede costar muy caro porque
después de contratarlos hay que asumir el coste de despedirlos; y si continuas
con ellos, la capacidad de innovación y productividad de tu firma se
resentirán.
Javier Echaleku, fundador de Kuombo,
comenta que «lo correcto es rodearse de los mejores, pero muchas veces no se
hace por miedo a tener a alguien que sepa más que el propio dueño». El ego y el
temor a perder la batuta sólo limitan la capacidad de crecer de tu empresa.
Para Gimena otro de los fallos
relacionados con el equipo es que los proyectos se inician sin dedicación plena
de la plantilla, trabajando sólo a ratos y compaginándolo con un empleo por
cuenta ajena.
5. En
solitario o con socios.
Los emprendedores noveles tienden a iniciar su negocio con otros socios en un
porcentaje mucho más elevado que cuando se trata de una segunda o tercera
iniciativa. La juventud o el desconocimiento del entorno generan inseguridad y
se busca el acompañamiento de otras personas, más por aversión al riesgo que
por verdadera necesidad, explica Fernando Trías de Bes, profesor asociado de Esade.
Para Mata también es un error escoger compañeros poco formados, con nula
experiencia en gestión de empresas y muchas veces con el mismo perfil que el
fundador. Se dejan llevar por la amistad y esto conduce a su vez a no
establecer las responsabilidades de cada uno.
6.
Capital y tesorería.
La búsqueda de financiación es uno de los problemas comunes a la hora de emprender.
Gimena explica que un error típico es no contar con el capital mínimo -que al
menos debe ser el 50% del propio fundador- que se necesita para poner en marcha
el proyecto. Aunque también se da el caso contrario: tener una elevada cantidad
de dinero, a veces proveniente de un premio o por parte de un inversor que confía
en la proyección del negocio, no saber gestionarlo y dilapidarlo rápidamente.
7. Análisis
del mercado.
Un error grave es pensar que el mercado es estático y no dinámico. Por muy bueno
que quieras que sea tu producto o servicio no puedes quedarte eternamente perfeccionando
el modelo, porque otros se te adelantarán.
Gimena recuerda que la falla de estudio
del mercado conduce a dos errores muy comunes: emprender en un sector
sobresaturado y demasiado maduro o lanzar una idea de negocio para un mercado
inexistente. Por su parte Blanco y De Pablos recogen en su libro otro fallo
habitual: ofrecer un producto o servicio inadecuado o malo. Errores de este tipo
cometidos por grandes firmas hay muchos como Wíndows Vista de Microsoft, Nintendo64
de Nintendo o el A2 de Audi.
8.
Visión amplia del negocio. Una empresa no es sólo el producto que vende. Está
formada por muchas secciones y departamentos y un error muy común entre los
emprendedores es centrarse sólo en el servicio que se quiere dar y no tener una
visión empresarial del negocio.
9.
Falta de flexibilidad.
Aferrarse a la idea original del proyecto y no saber adaptarla a las
necesidades de los clientes es un error habitual. Pero esta actitud sólo
conduce al aislamiento. Las empresas no pueden hacer planes estratégicos a cinco
años vista. Hoy se imponen los planes a corto plazo y cambiantes.
10.
Morir de éxito.
Hay momentos en los que parece que todo marcha viento en popa: el producto es acertado,
el número de clientes aumenta, hay beneficios... Pero este éxito puede
convertirse en el peor enemigo. No saber mantener un ritmo de crecimiento adecuado
a tus capacidades puede ahogar la empresa. Así que no te dejes llevar y no trates
de abarcar lo que no puedes producir y servir.
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