viernes, 3 de abril de 2015

Buscando el momento de emprender...



(Un texto de José Luis Latorre, Director del CEEI Aragón, en el Heraldo de Aragón del 9 de diciembre de 2014)

¿Qué es emprender? Emprender es una actitud; es una forma de querer sorprender y sorprenderse a uno mismo en lo que hace; es una forma de compartir, de implantar una serie de valores en nuestro proyecto; es, en definitiva, dar el cien por cien de uno mismo. A todo esto hay que añadir un ingrediente fundamental: la pasión.

Todo emprendedor debe responder tres complicadas preguntas: ¿por qué emprendo? (razones, motivos, ilusiones); ¿qué quiero hacer?; ¿cómo lo vaya hacer?

En definitiva, dónde quiero ir y cómo voy a ir en el viaje que inicio y, sobre todo, con un toque innovador. Pero ¿qué diferencia hay entre la I+D y la innovación?: I+D significa a transformar dinero en ciencia; innovación significa transformar ciencia en dinero.

La innovación va ligada a darle sostenibilidad al proyecto, es decir, al cliente, al márquetin y a las ventas. Hay otra fórmula un poco más disruptiva a la hora de definir la innovación: capacidad creativa más capacidad de asumir riesgos.

La segunda fórmula es inherente a un emprendedor; el riesgo y la capacidad creativa van ligadas a la actitud, a la curiosidad, a ver las tendencias en el mundo, a las propias vivencias y experiencias, pero empezando siempre por la sonrisa.

Todo lo anteriormente mencionado no nos garantiza el éxito empresarial, ya que aspectos como el entorno, las ventanas de oportunidad, nuestros compañeros de viaje, la financiación, nuestras circunstancias personales y familiares e incluso la suerte y el azar hacen que nuestro proyecto pueda tener un rumbo u otro. Lo que sí es cierto es que cuanto mejor planifiquemos y gestionemos la incertidumbre, mayores posibilidades de éxito tendremos.

La senda del emprendedor atraviesa seis fases: comenzando por la idea hasta llegar al momento de lograr su sostenibilidad económica.

Todo empieza con una idea de negocio. Es importante tener claro que en la definición de la idea se debe incluir el producto, el cliente y el canal que utilizaremos para la comercialización.

La segunda fase es la del modelo de negocio. Es el momento en que comenzamos a transformar una idea en un negocio, cuando empezamos a hablar del cliente (qué piensa y siente, qué ve, qué oye, qué dice y hace, qué miedos tiene y qué beneficios obtendré con mi producto), qué hitos vamos a definir en la relación con nuestro cliente, qué le aportamos que sea diferente y cómo vamos a monetizar. 

La fase tres atañe al plan de negocio y consiste en definir cuál va a ser nuestro viaje, cuántos recursos necesitamos, cómo los vamos a conseguir, en qué innovamos, escuchar al mercado, al entorno, es decir, diseñar nuestro mapa de ruta.

La cuarta fase es la puesta en marcha. Se denomina el momento 'pringles' (una vez que haces 'pop' ya no hay stop). Nos hemos endeudado, tenemos elegidos los compañeros de viaje, comenzamos con los trámites...

La emisión de la primera factura marca la quinta fase. Significa nuestro primer cliente, aquel del que nos acordaremos toda la vida. ¡Esa factura la enmarcaremos! y para ello habremos puesto en marcha nuestro plan de márquetin y ventas. 

Por fin, llega la última fase, la de los números negros (lo contrario a los números rojos). Esto ocurre el día que conseguimos dar sostenibilidad a nuestros ingresos y generar empleo de una forma más o menos estable.

Una vez que ha comenzado a recorrer este camino, el emprendedor se sumerge en un proceso de vivencias y experiencias que le hacen ser como una navaja suiza. Poco a poco, se va convirtiendo en un experto en finanzas, márquetin, estrategia de negocio, canales de distribución, competidores..., todos ellos pilares básicos que, sumados a un poco de suerte, hacen que todos los días tengamos que dar a los emprendedores un fuerte aplauso desde la sociedad para que continúen adelante. 

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