(Un texto de Ignacio García de Leániz en el suplemento
económico de El Mundo del 10 de noviembre de 2013)
'Pacto de silencio', es
una película de alianzas, lealtades y errores que muestra los retos de un
periodista de investigación.
No está de moda hablar
de valores, a no ser de los bursátiles. Y menos de fidelidad hacia ellos. He ahí
una de las causas de nuestra crisis que es a la vez crisis de las organizaciones
y de esquemas de trabajo. Parque escamotear la realidad de los valores tiene
consecuencias también en la esfera profesional. Robert Redford, que es tan
sabio coma sensible al tema, lo sabe muy bien.
Por eso nos plantea la
necesidad que tenemos de actuar y gestionar de acuerdo con esas peculiares realidades
valiosas que el mejor pensamiento del siglo XX descubrió, con Max Scheler a la
cabeza, para nosotros. Para luego, misteriosamente, caer en el mayor de los
olvidos. Y así nos ha ido. De ahí que cada vez mas esté en alza lo que en el
mundo anglosajón se llama el MBV -Managing
by Values- o gestión por valores.
La tesis de Redford al respecto
en su última película, Pacto de Silencio,
es clara: no se puede ser un profesional valioso si damos la espalda a ciertos valores.
Junto a la inteligencia técnica y emocional hay otra de la que apenas se habla:
la inteligencia ética que nos hace saber hasta dónde podemos llegar, la relación
entre medios y fines, y resolver dilemas morales que se nos presenten.
Todo ello se nos muestra
en los desafíos con los que se encuentra un periodista de investigación, Ben Shepard -Shia LaBeouf-. La situación
de su modesto periódico -Albany Times- es crítica como la de tantos otros. El descubrimiento
que hace el joven reportero, gracias a su pericia y tesón, de una historia de investigación
política es realmente tan jugosa coma comprometedora y puede ayudar al Albany
Times a vender más y ganar en reputación en todo Estados Unidos.
El joven periodista va, en
la información que consigue y las verdades que descubre, siempre un paso por
delante de la CIA y del FBI. Y ello sin apenas medios ni tecnología, con su
sola intuición, planificación y seguimiento perseverante de las pistas: así
funciona el talento unida a la necesidad.
Pero hay un momento fatídico
en el que nuestro reportero se enfrenta a un grave dilema moral en su investigación.
No es un dilema entre un valor y su disvalor negativo contrario - por ejemplo
veracidad contra mentira-. Para ello no hace falta mucha inteligencia moral para
resolver que sea lo correcto -otra cosa es que lo hagamos-. Los matices éticos
son a menudo, como nuestras vidas, mucho más sutiles. A menudo nos encontramos con
dos valores positivos que se nos dan contrapuestos en una disyuntiva: O elegimos
el bien A o el bien B. Eso es lo que le sucede a nuestro protagonista. Y para
eso se necesita finura estimativa. Y aquí la ciencia de los valores -de la que
se deriva el MBV citado- se vuelve normativa: cuando dos valores se presenten
como opuestos ha de preferirse el más elevado de ellos en su jerarquía. Claro
que para esto hay que molestarse en saber cuál es el orden de esas realidades tan
raras como jerarquizadas que son los valores. Y esa es la gran lección que nos
enseña el joven reportero de un pequeño periódico local en medio de esta crisis.
No es poca.
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