martes, 3 de diciembre de 2013

Entender la ciencia de los valores



(Un texto de Ignacio García de Leániz en el suplemento económico de El Mundo del 10 de noviembre de 2013)

'Pacto de silencio', es una película de alianzas, lealtades y errores que muestra los retos de un periodista de investigación.

No está de moda hablar de valores, a no ser de los bursátiles. Y menos de fidelidad hacia ellos. He ahí una de las causas de nuestra crisis que es a la vez crisis de las organizaciones y de esquemas de trabajo. Parque escamotear la realidad de los valores tiene consecuencias también en la esfera profesional. Robert Redford, que es tan sabio coma sensible al tema, lo sabe muy bien.

Por eso nos plantea la necesidad que tenemos de actuar y gestionar de acuerdo con esas peculiares realidades valiosas que el mejor pensamiento del siglo XX descubrió, con Max Scheler a la cabeza, para nosotros. Para luego, misteriosamente, caer en el mayor de los olvidos. Y así nos ha ido. De ahí que cada vez mas esté en alza lo que en el mundo anglosajón se llama el MBV -Managing by Values- o gestión por valores.

La tesis de Redford al respecto en su última película, Pacto de Silencio, es clara: no se puede ser un profesional valioso si damos la espalda a ciertos valores. Junto a la inteligencia técnica y emocional hay otra de la que apenas se habla: la inteligencia ética que nos hace saber hasta dónde podemos llegar, la relación entre medios y fines, y resolver dilemas morales que se nos presenten.

Todo ello se nos muestra en los desafíos con los que se encuentra un periodista de investigación, Ben Shepard -Shia LaBeouf-. La situación de su modesto periódico -Albany Times- es crítica como la de tantos otros. El descubrimiento que hace el joven reportero, gracias a su pericia y tesón, de una historia de investigación política es realmente tan jugosa coma comprometedora y puede ayudar al Albany Times a vender más y ganar en reputación en todo Estados Unidos.

El joven periodista va, en la información que consigue y las verdades que descubre, siempre un paso por delante de la CIA y del FBI. Y ello sin apenas medios ni tecnología, con su sola intuición, planificación y seguimiento perseverante de las pistas: así funciona el talento unida a la necesidad.

Pero hay un momento fatídico en el que nuestro reportero se enfrenta a un grave dilema moral en su investigación. No es un dilema entre un valor y su disvalor negativo contrario - por ejemplo veracidad contra mentira-. Para ello no hace falta mucha inteligencia moral para resolver que sea lo correcto -otra cosa es que lo hagamos-. Los matices éticos son a menudo, como nuestras vidas, mucho más sutiles. A menudo nos encontramos con dos valores positivos que se nos dan contrapuestos en una disyuntiva: O elegimos el bien A o el bien B. Eso es lo que le sucede a nuestro protagonista. Y para eso se necesita finura estimativa. Y aquí la ciencia de los valores -de la que se deriva el MBV citado- se vuelve normativa: cuando dos valores se presenten como opuestos ha de preferirse el más elevado de ellos en su jerarquía. Claro que para esto hay que molestarse en saber cuál es el orden de esas realidades tan raras como jerarquizadas que son los valores. Y esa es la gran lección que nos enseña el joven reportero de un pequeño periódico local en medio de esta crisis. No es poca.

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