lunes, 4 de febrero de 2013

Aprendiendo del fracaso

(Un artículo de S. Torres en Mujer de Hoy del 15 de diciembre de 2012)

Hay un lugar en el mundo donde los fracasos se ponen en el currículum. Esto, que parece una fanfarronería, forma parte de la mitología de Silicon Valley, Palo Alto y toda la fauna tecnológica que habita los alrededores de la Bahía de San Francisco (EE.UU.). Cuenta la leyenda que, antes de decidir dónde invierte su dinero, un “Venture Capital” –señores que invierten sus dineros en anónimas “start up”, esas empresas tecnológicas que luego se convierten en los nuevos Google o Facebook– se interesa por el registro de batacazos previos. Y ese dato, es positivo. Junto a los garajes como origen de empresas de éxito –en Palo Alto incluso se puede visitar el garaje donde nació HP–, mantener una buena relación con el fracaso forma parte de la leyenda de los triunfadores más creativos.

Al que cuece y amasa...

No niego que hay un halo de mito en todo esto, pero también hay mucho de realidad. Estamos hablando de gente que fomenta el “Let’s do it!” (“Hagámoslo”) como filosofía de vida, y que prefiere equivocarse sobre prototipos concretos que vaticinar los errores desde la atalaya de la teoría y el “blababla”.

Al fin y al cabo, como decía el refrán tradicional, “al que cuece y amasa... todo le pasa”. Equivocarse es parte del juego, por eso no se considera un estigma. De hecho, en la Escuela de Negocios de la Universidad de Stanford se encargan de enseñar que antes de conocer el éxito hay que equivocarse, al menos dos veces. “Por una “start up” que triunfa hay 15 que se hunden”, enseñan los profesores y los alumnos se lo creen.

En esas clases de la escuela de negocios, que alberga probablemente a la gente más joven y ambiciosa del mundo, es posible encontrar a chicos de 25 años con dos empresas arruinadas a sus espaldas, que ya iban a por el tercer intento y no se les quitaban las ganas. Manuel López-Figueroa, un canario que trabaja para Bay City Capital en San Francisco, una empresa que invierte en proyectos biotecnológicos con potencial, me contó que a la hora de poner dinero en una “start up” sabe que muchas fallarán. Manuel repite el mantra de la Universidad de Stanford: “La gente se equivoca como promedio dos veces antes de tener éxito”.

Filosofía del error

“Fail fast” (“Equivócate, cuánto antes). “Haz cosas”. “Es mejor pedir perdón que pedir permiso”. Todos estos mantras forman parte del evangelismo del fracaso que en San Francisco ha dado para convocar una conferencia anual monotemática, donde los empresarios que se han equivocado van a contar sus proyectos desde el error. Se llama Failcon y cada año consigue importantes coberturas de prensa. The Wall Street Journal es uno de los periódicos que dedica más espacio a contar cómo se equivocan los emprendedores y a dar cuenta de todos los errores que hay detrás de una historia de éxito.

“La razón por la que el fracaso es importante en Silicon Valley es porque la mayoría de las ideas que la gente tiene son erróneas”, declaró Eric Ries, un emprendedor en serie que ha desarrollado una metodología para guiar a los jóvenes. Y añadió: “Y no se trata de que las ideas no estén suficientemente pensadas o de que la gente no sea inteligente. Es simplemente que el mundo en que vivimos es muy complicado y la innovación exige mucho esfuerzo”. Este reportaje publicado en la revista Wire reconoce que en Europa el fracaso es “un estigma social persistente que desanima a los emprendedores a arriesgarse, que es el único modo de crear negocios realmente nuevos, que cambien la economía”.

Por esta razón, en Europa algunos inversores como Saul Klein han animado a seguir el ejemplo de California y a abrazar la filosofía del error. “El fracaso o la bancarrota no son aceptados culturalmente, pero si queremos contar con abundancia de talento para empezar a crear compañías que realmente cambien el mundo, debemos aceptar que habrá muchos más fracasos que éxitos”, escribió en su blog. “post mortem”. Una vez instalados en el error, cualquier cosa es válida menos ocultarlo. Los expertos abogan por sacarlos a la luz en unas ponencias que llaman

“Post mortem”

La misma denominación reciben las reuniones en las empresas para aprender de los proyectos fallidos, según cuenta María Sainz, una española que dirige una compañía farmacéutica en Palo Alto. “Llevo años yendo a estas reuniones, cuyo concepto es: “Ahora que hemos fracasado, hablemos de ello durante las próximas cuatro horas”.

Del arte de compartir los batacazos no se sacan teorías abstractas sino asuntos muy concretos que no hay que repetir. Por ejemplo, gracias a la Conferencia del Fracaso se han identificado los tres errores más comunes por los que se estrellan las empresas tecnológicas emergentes. A saber:

1. Empezar con un equipo inadecuado, porque se lleva mal entre sí, o porque es demasiado grande o demasiado pequeño, o porque tiene personas que doblan funciones.
2. (Y punto crucial). Los fundadores contratan casi siempre a sus amigos para sacar adelante sus proyectos. Es humano, pero suele ser gente con un contexto demasiado similar, que no resulta útil al proyecto porque se parecen demasiado y sus aportaciones son bastante similares.
3. Subcontratar las partes que son el corazón del proyecto (por ejemplo, el sistema operativo de un software) porque resulta más barato. A largo plazo, lo mejor suele ser esperar a encontrar a la persona correcta para desarrollar la esencia de la idea. Ya habrá tiempo de subcontratar todo lo demás.

Con estas cuatro cosas sabidas, asumidas e interiorizadas, los nuevos emprendedores se lanzan al ruedo con grandes probabilidades de equivocarse por una cuarta razón... que todavía nadie ha registrado en los anales del fracaso. Pero que, en caso de ser identificada, será compartida entre el gremio de fracasados que aspira, en algún momento a dejar de meter la pata y triunfar. Mientras llega ese día, lo van contando: “Me he equivocado. ¿Y qué?”.

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