(Un texto de Jorge Parra en el suplemento económico del
Heraldo de Aragón del 5 de enero de 2014)
Arthur C. Clarke dijo que la evolución de las grandes ideas
pasa por tres etapas. Al principio, la gente te dice que es una idea loca y que
nunca funcionará. Después, que tu idea puede funcionar, pero que no merece la
pena llevarla a cabo. Finalmente, comentan: «¡Cuántas veces te dije que era una
gran idea!».
Muchas de las innovaciones geniales del mundo de los
negocios han pasado por este ciclo. Los innovadores saben que necesitan una
amplia tolerancia al riesgo y al fracaso para seguir adelante. Edison inventó la
bombilla tras más de mil intentos fallidos. Cuando un periodista le preguntó si
no se desanimaba ante tantos fracasos, le respondió: «¿Fracasos? No sé de qué
me habla. En cada ocasión he descubierto un motivo por el cual una bombilla no
funcionaba. Ahora ya sé mil maneras de no hacer una bombilla».
El fracaso es un concepto temido por la mayoría de los
empresarios pero es un concepto relativo que si se enfoca adecuadamente puede
ser un potente motor de innovación. Cada vez más empresas crean ambientes
tolerantes con el fracaso controlado, porque saben que están esparciendo
semillas, algunas de las cuales podrían transformarse en un gran éxito.
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