Ayer fui invitado por el IE a impartir la Lección
Inaugural de sus Másters Executive especializados en Finanzas y
Marketing. Toda una responsabilidad. ¡Qué decir a unas personas que han
decidido sacrificar 10 meses de su vida para afrontar tal reto
académico y que seguro cuentan con más y mejor formación que tú mismo!
Al final, mi ponencia derivó en el discurso que hoy les adjunto y que
únicamemente pretendía que los nuevos alumnos diferenciaran éxito de
status y pudieran encontrar las claves que conducen a él sobre la base
de mi propia experiencia. Algunos de ustedes me han pedido que lo
reproduzca en el blog. Y como llevo un par de días medio pachucho les
confesaré que me viene de perlas. Parte de su contenido está tomado de
otras charlas anteriores. Es inevitable: ni hay tanto que contar ni uno
tiene tanta capacidad como le suponen. Que lo disfruten.
Buenas
tardes a todos,
Cuando
hace apenas un mes Ignacio de la Torre me propuso
actuar como ponente en esta sesión de apertura, me paré abruptamente a
reflexionar sobre el por qué de tal elección. Obviamente sólo se podía
justificar, aparte de la relación personal que nos une y de la que me
siento inmensamente orgulloso, por una cuestión de éxito personalizada
en un pseudónimo, Sherman McCoy, bajo el que se
esconde el Alberto Artero que hoy ocupa esta tribuna.
En pocas ocasiones ocurre, como en mi caso, que un anónimo empleado de
banca se convierta de la noche a la mañana en una suerte de referencia
en el mundo económico y financiero, hasta el punto de que cerca de
20.000 personas leen sus artículos a diario. Un fenómeno que me
sobrepasa y que carece, probablemente, de precedentes en la historia
del periodismo español. Sería susceptible incluso hasta de un case
study de esos a las que son tan dadas escuelas de negocio como
ésta. Quedo a su disposición.
Entiendo
que, de un modo u otro, es el éxito lo que ustedes persiguen ahora que
se disponen a iniciar estos Másters especializados en Finanzas y
Marketing. Reconocimiento personal, profesional y social; potestad de
decidir y cambiar el curso de los acontecimientos; poder entendido como
la capacidad de hacer que las cosas cambien. Influencia. Una ambición
legítima. Sin embargo, no se equivoquen. Esas son sólo manifestaciones
externas de un estatus. Pero están muy lejos de ser reflejo real de una
vida exitosa. Sobre el éxito en general, y mi éxito en particular, va
mi ponencia de hoy. Son ideas extraídas del ámbito personal, de mis
propias experiencias y vivencias, pero fácilmente extrapolables a su
vida cotidiana, a sus relaciones privadas y laborales. En los próximos
meses van a recibir una avalancha de conocimientos, de información, de
conceptos. Mi propuesta es que tomen estos apuntes y los apliquen de
forma transversal a sus actividades. Seguro que no es el secreto del
éxito pero se aproximará bastante. O eso espero.
Voy
a articular la presentación alrededor de 10 puntos fundamentales, que
tratarán de ir de lo genérico a lo específico.
Primero.
El éxito sólo se puede medir en términos de felicidad, de
estar a gusto con uno mismo, de ser capaz de enfrentarse a la vida con
paz, alegría y optimismo. No son indicadores del mismo ni la cuenta
corriente ni la tarjeta de visita. Insisto, no se puede confundir con
un estatus, una apariencia que puede ser exitosa o encerrar el más
absoluto de los fracasos. La felicidad, y por ende el éxito, se
encuentran dentro de uno. Y exigen un trabajo constante que no hay que
descuidar. Debe ser la prioridad. Sólo se vive una vez y que tu vida
sea un éxito o un fracaso depende sólo de ti. No tanto de lo que pase
sino de qué manera afrontas lo que te sucede, sea del color que sea.
Segundo.
La primera condición del éxito para por el conocimiento de uno mismo.
Haz un análisis DAFO de tus debilidades, amenazas, fortalezas y
oportunidades. Si lo haces de cualquier compañía, cómo descuidar tu
propia sociedad vital, la conjunción de la materia, alma y espíritu que
eres. Descubre tus vicios y tus virtudes y, con base en ellos, sé dueño
de tu destino, pon tus verdaderos talentos a trabajar. No te hagas
trampas en el solitario. No te autoengañes. No tropieces 50 veces con
la misma piedra. Reflexiona, párate y actúa. No te dejes llevar por las
olas. Elige un camino y dirígete a él.
Tercero.
Interrelaciónate. Al conocimiento de uno mismo no sólo se
llega a través de un proceso de interiorización sino mediante el
contraste que te proporciona la inserción en la sociedad en la que te
ha tocado vivir. Analiza tus reacciones, vigila tus contestaciones.
Sorpréndete de ti mismo y purifica lo que no te gusta. Compara tus
expectativas con la realidad que te rodea, chequea tus límites y nunca
te conformes. Recuerda, estás en camino, te has fijado una meta. Y el
entorno, cualquier entorno, mejor o peor, no es el final de la ruta
sino únicamente un medio para llegar a ella. No te dejes vencer por él.
Todo lo que te rodea es útil para alcanzar el fin que te has propuesto.
Cuarto.
Cualquier intento de alcanzar el éxito, así entendido, pasa por la
conjunción de tres elementos mutuamente interconectados. En
primer lugar, educa tu voluntad, invierte en ella. Renuncia a
lo inmediato por obtener una mayor satisfacción en el futuro. De eso
saben mucho ustedes. La capacidad de sacrificio es la condición
necesaria para ponerse en marcha. Pero no es suficiente. Se necesitan
otros dos requisitos. Veamos. Segundo, haz un uso adecuado de tu
libertad que no supone, contra lo comúnmente aceptado, hacer lo
que te viene en gana sino sabiendo dónde vas elegir el camino correcto.
No es tener múltiples opciones, sino elegir la alternativa idónea para
la meta fijada. Tres y último, sométete al único juez que importa
que es el de tu conciencia. Sé coherente con el rumbo que te has
trazado. No te dejes llevar por lo que opinen los terceros ni actúes
condicionado por las apariencias. Voluntad, libertad y coherencia son
los únicos elementos que has de llevar contigo a la hora de emprender
este viaje.
Quinto.
No tengas miedo al fracaso. Es una parte de tu proceso de
aprendizaje. Nadie te ha prometido que la conquista del éxito sea un
camino de rosas. Lo importante no es caer sino saber levantarse. Y no
hacerlo acomplejado y abatido, sino con la cabeza bien alta. Sólo es
indigno el que no lo intenta. Detente en los porqués, causas de lo que
ha ocurrido y que hay que evitar en el futuro. Pero, sobre todo,
escruta los paraqués, cuál es la utilidad que puedo sacar de este
inconveniente que ha surgido. Sólo se puede mirar al pasado, para
aprender de él. No cabe la resignación apocada, ni la rebelión sin
fundamento frente a lo que pudo ser y no fue. Acepta lo sucedido que ya
no puedes cambiar y pon tu mirada en lo que realmente importa: el
mañana. No temas empezar de nuevo tantas veces como sea necesario.
Sexto.
No limites tu reflexión al fracaso; analiza igualmente las causas de
tus triunfos profesionales. Sé justo contigo mismo,
discrimina qué parte de responsabilidad que te compete en tus victorias
y cuál es el resultado de factores ajenos a ti como la coyuntura o la
suerte. Sé humilde. El problema de los listos comienza cuando
se creen los más listos, cuando empiezan a actuar como si
estuvieran por encima del bien y del mal, de las fuerzas que mueven los
mercados o sus ámbitos de actuación. El verdaderamente inteligente es
aquél que aprende toda circunstancia, con independencia del carácter
bondadoso o destructivo de la misma.
Séptimo.
Emplea el sentido común, que se ha convertido en el menos
común de los sentidos. Ten espíritu crítico, con independencia de cuál
es la procedencia de la información. Cuestiona el origen, disecciona el
contenido, actúa en consecuencia. Estamos en una sociedad que deja poco
espacio para la reflexión. No renuncies a ella. Haz del análisis
racional de las cosas un hábito. Conviértelo en costumbre. Te ayudará a
mitigar los errores y conquistar la felicidad y, por ende, el éxito.
Octavo.
Pon las cosas en perspectiva. No dejes que las ramas te
impidan ver el bosque, ni que lo inmediato te aleje de los grandes
fenómenos que se están produciendo a nivel mundial. Te pongo tres
ejemplos, fuentes todos ellos de oportunidades para el observador
avezado. Uno, internet como nuevo paradigma, un cambio tal que la
sociedad no se reconoce en el estado anterior, similar al fuego, la
rueda o la máquina de vapor. Aún veo a muchos directores de márketing
entregados a los medios tradicionales cuando el futuro pasa por la Red
como soporte multicanal. Cada día se abren nuevas vías de acción, como
las aplicaciones móviles o las redes sociales, por poner sólo dos
ejemplos. Dos, el nuevo capitalismo que supone la entrada en las
dinámicas de oferta y demanda de dos gigantes del tamaño de India o
China. Pocas veces se ha abierto un mercado potencial de 2.000 millones
de personas de golpe. El futuro de muchas compañías pasa necesariamente
por estar ahí, por investigar sus posibilidades y actuar en
consecuencia. Tres, la definitiva separación entre economía financiera
y real debido al excesivo tamaño adoptado por la primera frente a la
segunda. De su importancia son buen ejemplo las políticas de rescate
que se han adoptado desde el inicio de la crisis, muchas de las cuáles,
sobre todo en el mundo anglosajón, se han concentrado en ella. Ahora
con la crisis se inicia una etapa de austeridad y de recuperación de
valores. Quien sea consciente de esta realidad y sus implicaciones
partirá con mucha ventaja frente a sus competidores.
Noveno.
Profundiza en el entendimiento, no en el conocimiento. No
importa tanto estudiar, cuanto aprender, reconocer la utilidad práctica
de aquello a lo que se dedica un esfuerzo intelectual. Cuida que tu
curva de aprendizaje tenga pendiente positiva. Cumple con el nunca
te acostarás sin saber una cosa más. Así te mantendrás vivo,
despierto, alerta, tendrás un aliciente para seguir cada día. Vigila a
diario tu productividad. Cuanto mayor sea, menos te pondrán imponer los
demás tu rutina. Serás más dueño de tu tiempo y, por tanto, más feliz.
Décimo.
No seas cortoplacista. Ya hemos comentado antes que la
felicidad es un estado permanente. No olvides que la acción colectiva
es la suma del resultado de las acciones individuales o, mejor dicho,
el beneficio individual sólo crea valor si contribuye al bien
colectivo. Si todos miramos por lo nuestro, el sistema se colapsa. Este
mantra tiene dos implicaciones: la primera es vertical. Las acciones a
corto tienen unas consecuencias a largo que han de ser tenidas en
cuenta. No pueden ser pan para hoy y hambre para mañana. Se ve en la
política en casos tan graves como la educación. O en la actuación como
bomberos de los bancos centrales alimentando sucesivas burbujas. El
futuro se alimenta con la experiencia del pasado pero se construye en
el presente. Y si nuestras decisiones no contribuyen a su mejora de la
sociedad, su deterioro nos arrastrará a nosotros con él.
Pero
también tiene un efecto horizontal y es que nuestras decisiones hoy
inciden en el conjunto de la sociedad: es el equilibrio entre
maximización del beneficio y bienestar social el que garantiza la
supervivencia común. De lo contrario, como hemos comprobado, el caos
aparece a la vuelta de la esquina. El empresario de verdad es el que
persigue el cambio a mejor del conjunto de la sociedad obteniendo un
beneficio para sí mismo porque sólo así su vocación de permanencia en
el tiempo se cumple. De lo contrario, la muerte económica o social será
igualmente su propia muerte.
Concluyo.
No pretendo con ellos sino ayudarles a ser mejores personas y, de este
modo, profesionales capaces de sacar a España de la difícil situación
en la que se encuentra. Toda crisis supone una oportunidad y ésta, pese
a su gravedad, no es distinta a cualquier otra. No es momento para el
abatimiento sino para la valentía. Me encanta recordar la Generación
Cuéntame, la de sus padres y los míos, la última que cuidó a sus
progenitores a la vez que velaba por una mejor educación para sus
hijos; la que se jugaba constantemente la vida y el futuro a rojo a
negro con una situación política incierta y tipos de interés
disparados; la que era capaz de asumir responsabilidades y no dejarse
vencer fácilmente; que tenía más hijos y más espíritu de sacrificio; la
que, en definitiva, hizo la España que hoy disfrutamos. Si ellos
pudieron, cuánto más nosotros, probablemente la generación que ha
vivido de los años más tranquilos y boyantes en muchos. No podemos
renunciar a esta tarea. Estamos moralmente obligados a llevarla a cabo.
Aunque sólo sea para dejarles el listón al mismo nivel al que lo
heredamos. Está en sus manos y en las mías. Les deseo la mejor de las
suertes. De todo corazón.
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