(Un texto de David Pérez en elconfidencial.com del 2 de octubre de 2013)
Conocíamos ejemplos como Upstart, plataformas donde las personas se
transforman en startups por las que los inversores
pueden apostar, si creen en su talento, para obtener un
rendimiento a largo plazo. En el fondo, no deja de ser una fórmula
distinta de mecenazgo, en este caso con cierta pátina de
neoliberalismo. Pero el ejemplo de Mike Merrill, emprendedor a
tiempo parcial y encargado de soporte técnico en una pequeña
empresa de Oregon, es mucho más extremo.
Hace ya cinco años que tomó la decisión de dividir su propia vida
en acciones y cotizar en bolsa, poniendo a disposición de los
accionistas las decisiones cotidianas y trascendentes de su
existencia, desde la pareja con la que comparte su vida hasta el
tipo de alimentación que debe llevar. Su objetivo, en principio,
consistía en obtener financiación para emprender proyectos de
forma paralela a su empleo, y cuyas ganacias que se repartirían
entre los accionistas.
El
juego bursátil se ha convertido finalmente en una pesadilla.
Las reglas del libre mercado han abducido por completo su
vida, hasta tal punto que ha perdido el control,
convirtiéndola, por momentos, en una pesadilla. Al menos, eso
parece desde fueraParecía una buena idea, pero
el juego bursátil se ha convertido finalmente en una pesadilla.
Las reglas del libre mercado han abducido por completo su vida,
hasta tal punto que ha perdido el control, convirtiéndola, por
momentos, en una pesadilla. Al menos, eso parece desde fuera.
Fue Wired quien publicó hace
varios meses un artículo donde se examinaban a fondo las
circunstancias de la nueva exitencia de Merrill. Desde el punto de
vista económico, a pesar de que la empresa de sí mismo ha
alcanzado una capitalización bursátil de 1,2 millones de dólares,
sólo ha conseguido ganar alrededor de 10.000 dólares en cinco
años.
Sin embargo, parece que el dinero no es el principal móvil del
protagonista de esta historia: a juzgar por su manera de actuar se
ha convertido en una especie de masoquista social. A estas
alturas, nadie sabe muy bien lo que trata de demostrar, pero Mike
sigue bailando al son que marcan sus accionistas.
100.000 acciones
El primer paso de Merrill fue dividirse en 100.000 acciones, cada
una de ellas valorada en un dólar, aunque al principio de su
aventura apenas pudo colocar un total de 929 acciones entre una
docena de amigos y familiares, entre los que también estaba su
novia. Aunque el propio Mike tuvo desde el principio una amplia
mayoría de la empresa, renunció desde el principio al derecho a
voto sobre ella, limitándose a ejercer un control ejecutivo como
CEO.
A continuación, creó una web -le costó 500 acciones, más 500
dólares- para que los accionistas tuvieran acceso en tiempo real a
la información sobre el precio de las acciones y la fluctación de
las cotizaciones. (Hoy, el precio de la acción apenas supera los
ocho dólares, pero en algún momento han rebasado los
veinte). También para que los accionistas pudiesen votar online
las propuestas sobre la vida de Mike Merrill.
El incentivo para los compradores era la posibilidad de
participar en las ganacias del emprendedor, pero parece que el
dinero no es lo que convenció al centenar de inversores que
llegaron después, adquiriendo casi 4.000 nuevas acciones.
Aunque en algún momento han tenido la posibilidad de especular
con la compraventa, su principal objetivo ha sido tener derecho a
entrar en la vida de Mike y controlarla para divertirse a su
costa. Así comenzó una especie de Show de Truman que aún
hoy no ha terminado. La última junta de accionistas se celebró en
junio de este año, cuando se decidió por mayoría aprobar
la renovación de una relación sentimental de Mike Murrill.
No siempre fue así.
La
última junta de accionistas se celebró en junio de este año,
cuando se decidió por mayoría aprobar la renovación de una
relación sentimental de Mike MurrillDe hecho,
hace cinco años la pareja de Mike dejó de serlo precisamente por
la presión de los inversores, que también censuraron una relación
posterior del emprendedor, en esta ocasión con una mujer de
nombre Marijke Dixon, que al parecer trató de hacer una OPA hostil
para hacerse con el control de su novio, objetivo que finalmente
consiguió.
Control total
No obstante, las injerencias de los accionistas han ido más
lejos. Obligaron también a Mike a emprender una relación con una
mujer polígama, y posteriormente a iniciar una serie de encuentros
homosexuales. Además, cuando Merrill contrató un seguro de vida
por valor de 100.000 dólares, los dueños virtuales de su vida le
forzaron a nombrar al accionariado como beneficiario del mismo.
Entre otros asuntos, también decidieron que Mike tenía que votar
al Partido Republicano, vestir únicamente con ropa de la marca
Brooks Brothers y ser vegetariano. Incluso le impidieron hacerse
una vasectomía o practicar cualquier tipo de ejercicio físico.
Aunque no existe ningún tipo de imposición legal que obligue al
emprendedor a mantener en el tiempo su extravagante aventura
empresarial, el excéntrico Mike ha expresado en varias ocasiones
el deseo de mantener el experimento a largo plazo.
"Esto no es sobre generación de beneficios, aunque pueda llegar a
pasar: es sobre un grupo de personas trabajando por un mismo
objetivo", explica en su página web. En los últimos años, ha
recibido insultos de toda clase, tanto por haber desarrollado una
idea absurda -con la que ni siquiera se ha hecho millonario- como
por haberse convertido en un juglar, sometiendo su vida al
escrutinio de los otros. Quizás, simplemente, tenga síndrome de
Estocolmo.
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