(Un texto de María Tapia en el suplemento dominical de El
Mundo del 23 de febrero de 2014)
El espray que se utilizaba en la cocina para preparar
postres sirvió de inspiración a Léopold Franck, quien en 1882 empezó a fabricar
en un pequeño taller de un barrio emergente de París los atomizadores para
aplicar el perfume. Fue Napoleón, gran amante de las fragancias, quien las
volvió a poner de moda en la corte tras el parón de la Revolución
Francesa.
A finales del XIX, la industria de la perfumería vivía una
época de esplendor. Gran parte del nuevo éxito se debió a Napoleón, aficionado
a los aromas y artífice de que se pusieran de moda en la corte. Por entonces,
el uso de los pulverizadores se centraba en el mundo de la gastronomía, ya que
el repostero y escritor Jean A. Brillat-Savarin los utilizaba para elaborar sus
creaciones. Fue Léopold Franck quien transformó este utensilio culinario en un
vaporizador para aplicar el perfume. En 1882 creó su propia empresa, a la que
puso el nombre de Marcel Franck en honor a su hijo, y empezó a fabricarlos.
"Su invento permitió a la industria del perfume desarrollarse mucho más rápido",
apunta Bernard Dennery, el bisnieto de Léopold. Y así fue.
Los primeros clientes de monsieur
Franck fueron los peluqueros y los comerciantes de productos de belleza que
trabajaban cerca de su taller. El diseño modernista de sus atomizadores ayudó
también a que el negocio prosperase pronto. Sus frascos se empezaron a ver en
las estanterías de los almacenes más importantes de la capital francesa: Le Bon Marché, Le Printemps y Les Galeries
Lafayette se convirtieron en grandes plataformas publicitarias para Marcel
Franck.
Al mismo tiempo, la compañía comenzó a suministrar sus
productos a los más prestigiosos perfumeros, entre ellos Molinard, Wortb y
Orsay; a los mejores fabricantes de cristales, como Lalique o Baccarat, y a
firmas cosméticas. Guerlain fue una de las que contrató los servicios de Marcel
Franck para presentar sus últimas fragancias. "Antes del vaporizador, el
perfume, sobre todo el extracto, se ponía detrás de las orejas y en las
muñecas, donde la sangre late más. El aroma no se expandía, era para uno mismo.
Sin embargo, con este invento puede aplicarse la fragancia por todo el cuerpo y
en la ropa. El perfume no es solo para uno mismo, sino también para las
personas que están alrededor. Es una forma de expresar la personalidad",
explica Elisabeth Sirot, directora de patrimonio de Guerlain.
En 1900, la Exposición Universal de París consagró
definitivamente el éxito de este sector y Marcel Franck se hizo con las
clientas más elegantes de París y de Nueva York. "La edad de oro del
pulverizador fue entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial y también durante
los años 50”, señala Dennery. Sin embargo, dos décadas más tarde desaparecieron
y tan solo las firmas más sofisticadas continuaron comercializándolos.
"Los aerosoles más económicos resultaron una competencia demasiado
grande", concluye.
Evolución
En 1882 Léopold Franck inaugura un estudio en la rue du Château, en París, para fabricar
atomizadores. En 1907 muere y su hijo, Marcel Franck (en la imagen), toma el
relevo del negocio emprendido por su padre. En 1912 la compañía presenta el
primer vaporizador de viaje. Y, a partir de entonces, empiezan a sucederse los
éxitos: en. 1926 nace Le Kid, un modelo para el bolso que rinde homenaje a
Chaplin; en 1935 crea el sistema L’Escale, que sustituye la pera de goma por
una de metal y, tres años después, idea un diseño para el fin de semana, el
llamado Weekend.
En los años 60 empieza a investigar con los primeros
espráis, lo que permite su expansión durante las siguientes décadas. Sin
embargo, a finales de los 90, la empresa desaparece. Recientemente, Bernard
Dennery, nieto de Marcel Franck, ha relanzado la marca y, de nuevo, distribuye
a otras firmas sus piezas icónicas, que han sido revisitadas.
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