(Sacado de un texto de Andrés Moreno en el suplemento
dominical de El Mundo del 16 de febrero de 2014)
Esta firma ha sido capaz de fabricar algunos de los relojes más
admirados del mundo sin perder nunca su identidad de empresa familiar.
La historia tiene sus caprichos. Por ejemplo, que la firma
relojera más prestigiosa del mundo tenga su origen en la revuelta de unos
oficiales polacos. El dato es tan sorprendente como real. 1830 ha quedado en la
Historia como un año marcado por las grandes revoluciones liberales. La chispa
saltó en julio en Francia y se extendió a otros países del continente. Ese mes,
un grupo de jóvenes cadetes polacos se rebeló contra el poder absolutista del
zar ruso. Entre ellos estaba Antoni Norbert de Patek. Derrotados por el ejército,
muchos oficiales se exiliaron. Patek se mudó a Ginebra, donde se interesó por
la relojería. Buscaba dedicarse a la fabricación y comercio de piezas de alto
nivel. Para ello se asoció con su compatriota relojero Franciszek Czapek y con
él creó en 1839 la casa Patek, Czapek & Cie. La compañía tomó una costumbre
que no ha perdido: todos los relojes que salían de sus talleres eran numerados
y registrados.
En 1844 Antoni Norbert de Patek marcha a exponer sus relojes
a la Exposición Industrial de París. Allí conoce el trabajo de Jean-Adrien Philippe,
un talentoso relojero que ha llevado a la feria un reloj cuya carga y ajuste se
realiza a través de una corona (hasta entonces se usaba una llave similar a la
que hoy aún se emplea en antiguos relojes de pared). Su acuerdo con Czapek finaliza
y Patek cree que Philippe es el socio perfecto para continuar su empresa. El
francés aporta el grado de innovación que la firma necesita. Los nuevos socios
crean un año más tarde la sociedad Patek & Cie., que pasaría a tener en
1851 el nombre definitivo de Patek Philippe & Cie. Mientras, la fama de
firma no ha parado de crecer en Europa. También en 1851, la reina Victoria de
Inglaterra adquiere un reloj de la marca. La lista de celebridades que hicieron
de ésta su firma preferida incluye a Albert Einstein, Wall Disney y John F.
Kennedy, entre otros.
Pero volvamos a comienzos del siglo XX. La compañía fue
dirigida por los fundadores y familiares hasta que en 1901 se convirtió en una
sociedad limitada. Siguieron realizando sus ya famosos relojes, aunque la
crisis de los años 30 obligó a la búsqueda de un nuevo propietario. Lo
encontraron en los hermanos Charles y Jean Stern, proveedores de Patek
Philippe. Durante décadas, y ya bajo el control de la familia Stern, la firma mantiene
un nivel de producción exclusiva que combina las clásicas piezas mecánicas con
la investigación en nuevos modos de medir el tiempo. En 1948 crea su propio
departamento de relojería electrónica y años más tarde (1962) formaron parte de
la sociedad Centre Electronique Horloger, que en 1969 presentaría el primer
movimiento de cuarzo de la industria suiza.
Henri, el hijo de Stern, fue nombrado presidente en 1958 y fue
sucedido por su hijo Philippe en 1977. Su tarea consistió en ampliar las posibilidades
de la manufactura sin renunciar a los orígenes de la casa. Bajo su dirección se
han creado más centros de producción y levantado el Museo Patek Philippe,
abierto en 2001 y que pasa por tener la colección privada de relojes, abierta
al público, más importante del mundo. Pese a que siempre se han caracterizado
por la sobriedad en la elaboración de sus piezas eligiendo complicaciones
clásicas como el cronógrafo, los calendarios o la repetición de minutos, en
1989 presentaron con motivo del 150 aniversario de la manufactura el Calibre
89. Con 33 complicaciones (1.789 componentes) es el más complicado del mundo y su
realización se prolongó durante nueve años.
Thierry Stern, hijo de Philippe, es el presidente desde
2009. En su mano está mantener una casa que, con apenas 55.000 piezas al año,
es un símbolo de la relojería suiza.
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