(Un texto de Arancha Bustillo en el suplemento económico de
El Mundo del 22 de diciembre de 2013)
Cuando emprendes no sólo necesitas inversión, también
visibilidad. Con el mecenazgo colectivo cuentas con capital y un escaparate.
A finales de la década de 1980, al ya fallecido Luis von
Fanta, quien fuera el primer batería del grupo Extremoduro, se le ocurrió
vender papeletas por valor de 1.000 pesetas para financiar la grabación de su
primera maqueta. A los pequeños inversores que confiaran en su producto se les
recompensaría con una copia del disco cuando estuviera publicado, además de
aparecer en los agradecimientos. De esta manera, consiguieron reunir 250.000
pesetas para publicar su ópera prima: Rock
Transgresivo.
El crowdfunding es
un sistema de financiación colectiva por el que una gran masa de público apoya
con pequeñas aportaciones de capital la puesta en marcha de un proyecto. Y,
aunque son muchos los que creen que esta fórmula sólo es aplicable con éxito a
propuestas de carácter cultural, existen ejemplos que contradicen esta postura.
Uno de estos casos es el de Mobincube. Esta start up española, dedicada al mundo de
las aplicaciones, ha conseguido levantar 300.000 euros gracias a esta vía de
financiación. Y no es el único ejemplo. Miguel Ángel Trujillo, socio de BA
International Partners y director en España de FundedByMe Crowdfunding, también destaca otros ejemplos de éxito
como el de SMS Grupp, que consiguió un millón de euros de 10 inversores a través
de esta alternativa; y el de Virtuous Vodka que, en ocho semanas, logró
levantar 110.000 euros de más de 100 personas que confiaron en su proyecto.
Francesc Hinojosa, fundador de Eureka Startups, también
defiende que el crowdfunding puede
servir para todo tipo de empresas, “ya que la creatividad juega un papel muy
importante. Lo que hay que tener muy claro es que es lo que ofrecerás como
recompensa. Aquí es donde entra la imaginación. Y mucho mejor si los premios
que ofreces van a ser tu producto final. También puede ser válido si lo que se
va a brindar va a ser un nuevo servicio innovador. Es otra forma de probar su
aceptación en el mercado”.
Miguel Moya, fundador de la plataforma Injoinet, considera
que esta fórmula “supone buscar capital entre los clientes de un proyecto en
lugar de hacerlo entre inversores o entidades financieras. De este modo, el
emprendedor puede establecer con un criterio más objetivo una valoración más
ajustada de su idea de negocio antes de endeudarse o repartir capital de su
potencial empresa. Sirve también como investigación de mercado, ya que cuenta
con herramientas que permiten crear comunidad de early adopters y establecer un diálogo con el público para asegurar
que el producto o el proyecto gusta antes de darle a los clientes aquello por
lo que están dispuestos a pagar”. Pero como toda moneda tiene dos lados, este
sistema también presenta algunos inconvenientes. Manuel Balsera, emprendedor y business angel, cree que la mayor pega
que se le puede encontrar a esta estrategia de financiación es que al final
estás repartiendo tu empresa con mucha gente con la que debes ser transparente.
Por eso mismo y como advierte Trujillo, esta vía “requiere una preparación
especial y llevar a cabo durante varios meses una estrategia de comunicación
muy exhaustiva. Generalmente, los emprendedores no tienen los conocimientos
específicos o no quieren invertir tiempo y recursos económicos para
conseguirlo. El emprendedor también tiene que trabajar con sus abogados para
preparar una estructura de la operación y un pacto de accionistas que haga
armoniosa la entrada de muchas personas en el accionariado de la compañía”.
El crowdfunding,
por tanto, no es sólo un sistema para levantar capital, también sirve como
campaña de márketing de la empresa y
una manera de validar en el mercado la calidad del proyecto. Así también lo
entiende Jordi Vinaixa, director académico del Instituto de Iniciativa
Emprendedora de Esade, quien, además, considera que ésta es una forma estupenda
de hacerse ver, no sólo entre los pequeños inversores interesados, también
entre financiadores más potentes. Trujillo desvela, incluso, que este sistema
es tan importante como campaña de imagen “que hay business angel europeos como Paulo Andrez, presidente de European Business Angel Network (EBAN),
qua ya empiezan a exigirlo como medio para filtrar los proyectos en los que
invierte”. Como apunta Moya, un proyecto que haya tenido éxito con una ronda de
crowdfunding se presenta frente a
otras fuentes más tradicionales de inversión con números sobre el papel: “Los
financiadores reducen su índice de incertidumbre sobre el proyecto, y los
creadores pueden negociar con cifras reales las condiciones de la negociación
en lugar de hacerlo sobre la base de criterios casi premonitorios o comparativos
con otras empresas del sector”.
Pero no podemos olvidar que este sistema presenta diferentes
formas. Así lo recuerda el profesor de Esade que habla por un lado del crowdsourcing como una manera de
democratizar el apoyo a los proyectos; y del crowdlending como la tendencia de los préstamos.
Esta fórmula todavía está comenzando en nuestro país y hay
mucha gente que la sigue relacionando con el ámbito de la cultura. Y, a pesar
de que se hayan financiado algún que otro film a través de este sistema, cada
vez es más habitual encontrar ejemplos que demuestran su viabilidad para
cualquier sector.
Luis von Fanta no supo ponerle el nombre para denominar la
fórmula con la que financió el primer disco de uno de los grupos de rock más
transgresores del panorama español pero demostró, hace más de 25 años, que el
mecenazgo colectivo funciona. Y ahora con Internet llegar a mucha más gente que
pruebe tu producto, lo valide en el mercado y decida apostar por él es más
sencillo que nunca.
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