(Un texto de Tino
Fernández en el suplemento económico de El Mundo del 20 de octubre de 2013)
Las compañías guiadas
por la 'mentalidad start up' desdeñan a los simples mandos controladores y crean
un entorno laboral más libre.
La frase de Henry Ford, «necesito
un par de manos, pero siempre vienen con una cabeza» es contraria a lo que
piensan muchos fundadores de start up
tecnológicas, que manifiestan cierto desdén por los conceptos tradicionales del
management y que prefieren crear
espacios para que esas cabezas piensen y puedan crear. En general, esos
emprendedores tratan de equilibrar el impulso creativo de sus empleados con la
necesidad de que haya alguien que supervise y asegure que los proyectos se
ejecutan sin problemas.
The Wall Street Journal citaba recientemente los casos de 37signals
o GitHub como ejemplos de start up que
proponen una vida laboral sin jefes. 37signals, fundada en 1999, se dedica a
crear aplicaciones para pymes, huye de las estructuras jerárquicas y basa su
estrategia de contratación en fichar a profesionales que sean capaces de gestionar
ellos mismos, automotivados y que se sientan cómodos en un entorno laboral «libre
de jefes».
Tom Preston-Werner,
cofundador de GitHub, una empresa de software de colaboración creada hace cinco
años, declaraba en el Journal que su compañía «no tiene organigrama. Los
compañeros de trabajo ofrecen el feedback
sobre el rendimiento de manera informal».
En firmas como Valve Corp.,
dedicada a los videojuegos, no hay promociones; sólo nuevos proyectos. Para
tomar una decisión sobre los sueldos, los empleados califican a sus colegas y
se retribuye a quien más aporta, según la mayoría. La plantilla participa
además en las decisiones de contratación, que se toman por equipos. Y hasta los
despidos se definen de forma colegiada.
Morning Star, una
empresa de procesado de tomate californiana, presume de no tener jefes y de su cuenta
de resultados, que tiene que ver, según parece, con la ausencia de mandos
tradicionales. Las responsabilidades laborales se negocian y coordinan en
equipo y los salarios se pactan entre colegas.
No se trata de comunas
-las pocas que ha habido no han funcionado y han durado poco tiempo-, ni tampoco
de autogestión perpetua: aunque parezca que todo va bien, ésta no es sostenible
en el tiempo. Los modelos modernos de gestión y liderazgo apuntan a organizaciones
más maduras y con un mayor nivel de autogobierno que se caracterizan por una
visión, objetivos y prioridades claramente definidos. Se trata de
organizaciones con menos jefes jerárquicos y más dueños y responsables de su
función en la que los managers, más que
mandos, son líderes preocupados no sólo del desempeño de los empleados y de
gestionar recursos, sino también de motivar y desarrollar a sus colaboradores.
En las compañías presididas
por la mentalidad start up el jefe es
un generador de espacios emocionales y los profesionales pueden liberar su
talento. Los creadores de nuevas empresas son transmisores de pasión y consiguen
transmitirla a los empleados que han escogido para poner en marcha su proyecto.
La gestión emocional del emprendedor (que es también el que dirige) resulta fundamental
para mantener la visión ilusionante del principio.
También son creadores de
buenos equipos y generadores de oportunidades que otorgan la flexibilidad necesaria
para que éstos desarrollen sus proyectos, evitando el micromanagement habitual en muchos mandos.
La acción es otra de las
notas que definen a la mentalidad start up
y a las empresas que no pueden soportar mucho tiempo un liderazgo basado en no
tomar decisiones, en la falta de acción, la pérdida de control de la situación y
la indefinición.
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