domingo, 19 de julio de 2020

Beulah Louise Henry, la inventora de la vida cotidiana


(Un texto de David Valera en el Heraldo de Aragón del 29 de octubre de 2017)

La estadounidense Beulah Louise Henry fue una de las creadoras más prolijas de la historia, con avances en objetos comunes como los paraguas, los juguetes o las máquinas de escribir.

La Real Academia de la Lengua Española define 'inventar' en su primera acepción como «hallar o descubrir algo nuevo o no conocido». Pero para que ese hallazgo tenga éxito habría que añadir que se le sepa encontrar una utilidad y, por supuesto, debe contar con la dosis de suerte precisa para que sea aceptado y valorado por la sociedad de época. En caso contrario esta condenado al ostracismo.

Sin embargo, algunos genios consiguen repetir esa formula exitosa una y otra vez y dedican toda su vida a crear multitud de avances. Sin duda, entre los mayores inventores de la historia se encuentran mentes tan brillantes como las de Leonardo Da Vinci o Thomas Edison. Pero en esos puestos de honor también hay que dejar espacio para Beulah Louise Henry. Esta mujer logró más de un centenar de inventos y 49 patentes, la gran mayoría pensados para facilitar el día a día de la creciente clase media. No en vano, fue conocida como Lady Edison por emular la prolija creación del empresario estadounidense. Pero a diferencia de Edison, Louise Henry no logró el reconocimiento que correspondía a una vida entera dedicada a tratar de mejorar los aspectos más cotidianos de las personas.

Beulah Louise nació en 1887 en la ciudad estadounidense de Raleigh, en Carolina del Norte. Su familia era de clase alta. De hecho, era nieta de un gobernador de su estado natal y descendiente de uno de los padres fundadores de EE. UU. (Patrick Henry). Esta situación económica holgada le permitió una educación privilegiada. A esto se unió su capacidad innovadora, lo que le ayudó a plasmar desde muy pronto sus inventos.

De esta forma, siendo una adolescente ya fue capaz de desarrollar algunos diseños y bocetos de artilugios. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que Louise Henry no recibió una formación científica. Por tanto, todos los inventos que desarrolló fueron gracias a un aprendizaje sobre mecánica autodidacta.

Pero sus esfuerzos tuvieron pronto recompensa. Así, en 1912 logró la primera patente. Consistía en una heladera. En concreto, la principal novedad de la maquina es que tenía una cámara congeladora que permitía hacer esta tarea de forma rápida y eficaz.

Sin embargo, la mente inquieta de Beulah Louise hizo que inmediatamente después llegaran nuevos ingenios. Así, en 1913 obtuvo una nueva patente por un bolso con cubiertas intercambiables, lo que permitía que fuese utilizado con distintas prendas de diferentes colores sin necesidad de desprenderse de él. Asimismo, el bolso era muy flexible para que se introdujeran con facilidad los artículos de compra. Ese mismo año patentó un parasol con un mango desmontable que podía utilizarse como estuche de maquillaje.

PRIMER GRAN ÉXITO. Precisamente, los paraguas fueron una de las fuentes de inspiración para Beulah Louise. Así, en 1921 desarrolló uno de estos artículos que permitía intercambiar sus telas por otras de distintos colores sin que eso afectara a la protección contra la lluvia. Este avance tuvo muy buena acogida y propició que Beulah Louise fundase una empresa para comercializar el producto. Fue el primer gran éxito de su prolija carrera inventora. Esta demanda de paraguas intercambiables le valió ser nombrada por las revistas especializadas como una de las inventoras del año.

El siguiente paso fue desarrollar una muñeca-radio, es decir, un juguete que pudiera hablar. Hay que tener en cuenta que la experiencia en este tipo de artilugios era grande. De hecho, en el siglo XIX ya se patentaron varias muñecas capaces de reproducir algunas palabras según se apretara un brazo u otro. La novedad de Beulah Louise era que introducía un sistema de radio interno con el que se podía sintonizar los distintos diales.

Durante los siguientes años desarrolló más inventos relacionados con los juguetes. Ya en la década de los treinta, patentó una máquina de coser cuyo avance consistía en que las agujas actuaban por las dos partes del tejido. Su actividad prosiguió con artilugios para reducir el ruido de las máquinas de escribir. Su última patente estuvo relacionada con los sobres. Tenía 83 años. Finalmente falleció en 1973.

domingo, 5 de julio de 2020

El avispado inventor de las rebajas


(Un texto de Antonio Corbillón en el Heraldo de Aragón del 11 de enero de 2015)

Se llamaba Fred Lazarus y su modelo fue copiado por Galerías Preciados y El Corte Inglés. «El que quiera picar, que pique», fue su reclamo en España hace 75 años.

Los rostros pegados al escaparate esperando el 'pistoletazo' de apertura. Las carreras por llegar primero a las escaleras mecánicas… El ritual de las rebajas debe mucho a Fred Lazarus Jr., que cambió la forma en que los humanos se acercaron a gastarse su dinero a las tiendas tras entender que el 'crack' de 1929 había trastocado la economía para siempre.

Todas las grandes cadenas de ropa del mundo tienen un origen humilde. También los Lazarus, una familia de emigrantes prusianos, que convirtieron al planeta en un gran centro comercial desde unos minúsculos almacenes en Columbus (Ohio, EE. UU.). Pero sus mejores alumnos fueron españoles. No se entendería el rito de las rebajas sin unos y otros. En el caso nacional, coinciden con sus bodas de platino. En enero de 1940, Galerías Preciados lanzaba su primera campaña en su tienda con vistas a las calles Carretas, Preciados, Carmen y Rompelanzas de Madrid. 'El que quiera picar, que pique', decía su reclamo.

Pero a pesar del protagonismo que se atribuye a Fred Lazarus, la intrahistoria del concepto 'rebajas' se parece al debate sobre si primero fue el huevo o la gallina. Los americanos tienen la 'patente' pero los franceses reivindican el 'invento'. Aristide Boucicaut fundó en París en 1852 Le Bon Marché con la venta de saldos en junio y octubre y unas promociones en enero, que todavía llaman en Francia el 'mes blanco'. El dinamismo de Boucicaut cruzó el Atlántico y enraizó en Nueva York. Cuando la Gran Depresión atrancó los almacenes de todas las tiendas, cuatro empresarios encabezados y presididos por Fred Lazarus Jr. crearon la Federal Department Stores Inc. (algo así como la Sociedad de Tiendas del Estado). No fue suficiente porque nadie tenía un triste dólar para gastar. Así que, entrados los años treinta, Fred lanzó un primer mensaje que ahora parece conde- nado a la eternidad: «Compre ahora y ya pagará más adelante».

La idea fue un exitazo pero los almacenes no acababan de renovarse, por lo que ideó unas fechas concretas de precios bajos. Así nacieron las rebajas. El encantamiento comercial de Lazarus le llevó incluso a cambiar la fecha al corazoncito americano en el almanaque. Convenció al presidente Roosevelt de que estableciera el Día de Acción de Gracias siempre en el cuarto jueves de noviembre para ganarle días a la Navidad. Es el día antes del Black Friday (viernes negro), otra treta comercial de Lazarus que ahora se impone en España. Cuando este pionero falleció en 1973, acumulaba méritos suficientes para un honorífico Nobel del Comercio. Creó las primeras líneas de crédito al consumo, las rebajas, el viernes negro y la campaña navideña. Y lo ofrecía en su cadena de tiendas, las primeras dotadas de escaleras mecánicas y aire acondicionado. Todo para que el cliente pasara más tiempo dentro con lo que aumentaba la probabilidad de que gastara más.

ESPAÑA, LA MÁS APLICADA

«La entrada en tropel de los posibles compradores tiene características de invasión», resumía el Nodo aquella primera campaña de rebajas de Galerías Preciados en enero de 1940. Pero aquella España posbélica vivía de espaldas al mundo. ¿Cómo estaba tan al día en marketing comercial? La respuesta llegó desde La Habana. Medio siglo antes tres asturianos crearon los almacenes El Encanto. En la etapa previa al castrismo, supieron copiar y mejorar las técnicas americanas hasta el punto de que en los años cincuenta El Encanto competía con los grandes almacenes yanquis (sobre todo los de Lazarus) en toda América. Crearon los departamentos por secciones, el escaparatismo, las comisiones a los vendedores. John Wayne o María Félix eran clientes de El Encanto. Tyrone Power protagonizó sus anuncios. Albert Einstein quiso comprar allí su primer sombrero Panamá.

Esa ascensión imparable la promovió la segunda generación de asturianos al mando de los almacenes. Allí estaban Pepín Fernández y su primo César Rodríguez. El modelo iniciático parisino y la efectividad neoyorquina fueron completadas con el 'guante de seda' de aquellos indianos. Pepín regresó a España en 1934 y creó en Madrid Sederías Carretas. Nueve años después llamó a aquella esquina Galerías Preciados. César hizo lo mismo y compró junto a su sobrino, también retomado de Cuba, Ramón Areces, la sastrería madrileña El Corte Inglés.

Fue Pepín el que lanzó aquella primera campaña en enero de 1940. Los años venideros contemplaron la rivalidad en España de los antiguos socios en Cuba. Competían por los mejores eslóganes o los rostros de los famosos anunciando la campaña. Galerías parecía más ágil pero El Corte Inglés se quedó con todo al comprar a su vecino en 1995. De aquel Encanto cubano solo queda una asociación de exempleados con sede en Miami. «Las rebajas ya no son como antes, ahora es todo más normal», asegura Ana Zalba, clienta que protagonizó un anunció después de hacerse tres años seguidos (2002 a 2004) con la primera prenda rebajada en El Corte Inglés. Quizás quiso decir que ahora todo el año parecen rebajas.
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